No puedo resistirme a compartir el momento tan emotivo y enriquecedor
que he disfrutado al contar la historia de nuestra ardilla Pimpicuchi.
La escucha y las reflexiones de estos niñ@s, han sido dignas de ser atesoradas.
Poder disfrutar de esos ojos de par en par, colándose en la historia y
contagiándose de su verdadero sentido, será el motor para seguir
abriendo miradas hacia el autismo.