domingo, 10 de noviembre de 2013

Bondad y generosidad


 EL ESPEJO ESTROPEADO
 ( por Pedro Pablo Sacristán )

VALOR EDUCATIVO: BONDAD Y GENEROSIDAD


Había una vez un niño listo y rico, que tenía prácticamente de todo, así
que sólo le llamaba la atención los objetos más raros y curiosos. Eso
fue lo que le pasó con un antiguo espejo, y convenció a sus padres
para que se lo compraran a un misterioso anciano. Cuando llegó a
casa y se vio reflejado en el espejo, sintió que su cara se veía muy
triste. Delante del espejo empezó a sonreir y a hacer muecas, pero su
reflejo seguía siendo triste.
Extrañado, fue a comprar golosinas y volvió todo contento a verse en
el espejo, pero su reflejo seguía triste. Consiguió todo tipo de juguetes
y cachivaches, pero aún así no dejó de verse triste en el espejo, así
que, decepcionado, lo abandonó en una esquina. "¡Vaya un espejo
más birrioso! ¡es la primera vez que veo un espejo estropeado!"
Esa misma tarde salió a la calle para jugar y comprar unos juguetes,
pero yendo hacia el parque, se encontró con un niño pequeño que
lloraba entristecido. Lloraba tanto y le vio tan sólo, que fue a ayudarle
para ver qué le pasaba. El pequeño le contó que había perdido a sus
papás, y juntos se pusieron a buscarlo. Como el chico no paraba de
llorar, nuestro niño gastó su dinero para comprarle unas golosinas
para animarle hasta que finalmente, tras mucho caminar, terminaron
encontrando a los padres del pequeño, que andaban preocupadísimos
buscándole.
El niño se despidió del chiquillo y se encaminó al parque, pero al ver lo
tarde que se había hecho, dio media vuelta y volvió a su casa, sin
haber llegado a jugar, sin juguetes y sin dinero. Ya en casa, al llegar a
su habitación, le pareció ver un brillo procedente del rincón en que
abandonó el espejo. Y al mirarse, se descubrió a sí mismo radiante de
alegría, iluminando la habitación entera. Entonces comprendió el
misterio de aquel espejo, el único que reflejaba la verdadera alegría
de su dueño.
Y se dio cuenta de que era verdad, y de que se sentía verdaderamente
feliz de haber ayudado a aquel niño.
Y desde entonces, cuando cada mañana se mira al espejo y no ve ese
brillo especial, ya sabe qué tiene que hacer para recuperarlo.