domingo, 10 de noviembre de 2013

Honestidad


 LAS HONRADAS MARIQUITAS
( por Pedro Pablo Sacristán )

Valor educativo: Honestidad

Cuenta una extraña historia que las mariquitas perdonan, pero no
olvidan. Según parece, al principio las mariquitas no tenían sus
famosos puntitos negros. Poco antes todas estuvieron a punto de
desaparecer cuando guiadas por el famosísimo Cayus Insectus, una
tormenta inundó el camino por el que viajaban. Las pocas que
sobrevivieron tuvieron que elegir el sustituto de Cayus Insectus,
desaparecido entre las aguas, y decidieron que lo sería quien primero
llegara al lago de la región sur y regresara para describirlo.
Las mariquitas se lanzaron a la aventura, y poco a poco fueron
regresando, contando lo bello que estaba el lago en aquella época del
año, con sus aguas cristalinas, lleno de flores y hierba fresca en sus
orillas. Pero la última de todas ellas tardaba en llegar. La esperaron
hasta 3 días, y cuando regresó, lo hacía cabizbaja y avergonzada,
pues no había llegado a encontrar el lago. Todas criticaron la torpeza
y lentitud de la joven mariquita, y se prepararon para continuar el viaje
al día siguiente.
Siguiendo al nuevo guía, caminaron toda la mañana hacia el Norte,
hasta que al atravesar unas hierbas espesas y altas, se detuvieron
atónitos: ¡frente a ellos estaba el Gran Lago! y no tenía ni flores, ni
hierba, ni aguas cristalinas. Las grandes lluvias lo habían convertido
en una gran charca verdosa rodeada de barro.
Todos comprendieron al momento la situación, pues al ser arrastrados
por el río habían dejado atrás el lago sin saberlo, y cuantos salieron a
buscarlo lo hicieron en dirección equivocada. Y vieron cómo, salvo
aquella tardona mariquita, todos deseaban tanto convertirse en Gran
Guía, que no les había importado mentir para conseguirlo; e incluso
llegaron a comprobar que el nefasto Cayus Insectus había llegado a
aquel puesto de la misma forma.
Así pues la mariquita tardona, la única en quien de verdad confiaban,
se convirtió en Gran Guía. Y decidieron además que cada vez que
una de ellas fuera descubierta engañando, pintarían un lunar negro en
su espalda, para que no pudiera ni borrarlos, ni saber cuántos tenía.
Y desde entoces, cuando una mariquita mira a otra por la espalda, ya
sabe si es de fiar por el número de lunares.
Como las mariquitas, también las personas pintan lunares en la
imagen de los demás cuando no muestran su honradez. Y basta con
tener un sólo lunar negro para dejar de ser un simple insecto rojo y
convertirse en una mariquita. Así que, por grande que sea el premio,
no hagamos que nadie pueda pintarnos ese lunar.